domingo, 5 de abril de 2020

27 de septiembre de 2019, Abra Málaga.

¿Hay algo más bonito que salir a pajarear con tu pareja por un exuberante territorio repleto sorpresas?

Pues así se nos presentó esta jornada. Después de nuestro largo día en Machu Picchu el resto de compañeras de viaje decidieron no madrugar y aprovechar para descansar y, quizás, dar una vuelta por Ollantaytambo.

Teresa y yo nos levantamos con la amanecida y nos encaminamos hacia la no muy lejana Abra Málaga, un enorme puerto de montaña del que habíamos leído que era un lugar muy interesante para avistar las más diversas aves.

Una excelente y serpenteante carretera que nos llevaría de los 2.800 metros de Ollantaytambo a los más de 4.200 en el collado del Abra Málaga, desde los espesos bosques húmedos a la rala vegetación de la alta montaña, los más diversos ecosistemas en los que esperábamos encontrar la más variada fauna.

Parando en los recodos de la carretera que se asomaban al cantarín torrente que caía desde los glaciares intentábamos descubrir algún bichete al que echarle el ojo y, si era posible, alguna fotografía.


Pterophanes cyanopterus (colibrí aliazul), Abra Málaga.

No fue en ninguna de nuestras primeras paradas, pero al final un precioso colibrí aliazul, que relajadamente se atusaba el plumaje, nos regaló su belleza.


Pterophanes cyanopterus (colibrí aliazul), Abra Málaga.

Seguimos ascendiendo por el puerto deteniéndonos aquí y allá, aunque seguíamos sorprendidos por la escasez de aves, pero disfrutando de la espectacular belleza del entorno.


Turdus fuscater (mirlo grande), Abra Málaga.

Una exuberante vegetación, el murmullo del gélido arroyo y, en este caso, un mirlo grande.


Turdus fuscater (mirlo grande), Abra Málaga.

Apenas pasaba de vez en cuando algún vehículo, el fresco aire de la mañana despejada tonificaba, puro, nuestros pulmones y la espectacular naturaleza que nos circundaba impregnaba nuestro ser, un auténtico placer salpicado de vez en cuando por alguna diminuta sorpresa voladora...


Aglaeactis cupripennis (colibrí cobrizo), Abra Málaga.

... como el hermoso colibrí cobrizo que parecía querer saludarnos con su ala.


Aglaeactis cupripennis (colibrí cobrizo), Abra Málaga.

Tras atravesar una especie de garganta, en unos requiebros de la carretera, se abrió ante nosotras el enorme valle superior de marcado carácter glaciar, de hecho, a nuestra izquierda y seguramente a unos mil metros más de altura, colgaba la lengua de uno de estos magníficos ríos de hielo tan amenazados por el proceso de calentamiento global.


Una atmósfera limpia y fresca cubría las cumbres andinas salpicadas, muy de vez en cuando, por las casas de los lugareños y algunos rebaños de alpacas.

Phrygilus unicolor (yal plomizo), Abra Málaga.

Así, entre curvas, alpacas, algunas lugareñas que tejían en las puertas de sus aislados hogares y la niebla que empezaba a cubrirlo todo, llegamos al collado del puerto donde, en muy poco tiempo, tuvimos la suerte disfrutar de la presencia de más aves que en toda la ascensión. El yal plomizo que escarbaba en busca de sustento...,


Phrygilus unicolor (yal plomizo), Abra Málaga.

... las diucas aliblancas que también andaban a la búsqueda de algún bocado..., 


Diuca speculifera (diuca aliblanca), Abra Málaga.

... y un poco más allá, en la ladera de la montaña, un cauquen guayata que esperaba a su pareja.


Chloephaga melanoptera (cauquen guayata), Abra Málaga.

También nos sobrevolaron, aunque sin darme tiempo a fotografiarlas, un par de preciosas bandurrias andinas, que si queréis disfrutarlas vosotras también no tenéis más que pulsar aquí.

Empezaba a hacer frío, por lo que decidimos iniciar el descenso para reencontrarnos con el resto de la expedición, no sin antes detenernos a tomar una infusión bien caliente en un lugar que habíamos visto a la subida, en el que se anunciaba la mejor trucha de la comarca. Era una construcción humilde en la que una amable mujer nos contó que tenían unas balsas junto al río donde criaban las truchas. Nos gustó lo que veíamos así que no dudamos en poner en antecedentes al resto y sugerirles ir a comer a este lugar. 

A pesar de que Teresa y yo somos vegetarianas, y dado que tampoco había un menú alternativo, todas degustamos las sabrosísimas truchas del lugar disfrutando la tímida compañía de la señora y de su hijo, que se ofreció  después a enseñarnos donde estaban las balsas con los peces. Una experiencia entrañable y enriquecedora muy alejada de los circuitos turísticos habituales.


Conirostrum cinereum (mielerito cinéreo), Ollantaytambo.

Por la tarde, poco antes de salir a pasear por las empedradas y bulliciosas calles de Ollantaytambo, aun tuve ocasión de sorprender a un mielerito cinéreo que jugueteaba por el seto del jardín.


El mercado de Ollantaytambo a la entrada de los vestigios incas.

Después, a la vuelta de nuestro paseo, cumplimos con uno de los deseos ocultos que teníamos todas desde que llegamos a Lima..., volver en motocarro a nuestro alojamiento, toda una traqueteante e inolvidable experiencia que no teníamos muy claro si queríamos volver a vivir.

Si deseas ver alguna foto más de esta jornada, ya sabes, solo tienes que pulsar aquí.

Hasta la próxima.




1 comentario:

  1. ¡Qué relato tan fascinante sobre el Abra Málaga! es como si estuviera ahí mismo viviendo la experiencia. La riqueza de la biodiversidad y los paisajes que mencionas lo convierten en un destino perfecto para los amantes de la aventura y la tranquilidad.

    ResponderEliminar