Llegar a este impresionante enclave no resulta nada fácil si no preparas la logística del viaje con mucho tiempo de anticipación, en nuestro caso ya teníamos los billetes del tren y las entradas al complejo desde hacía más de un mes, ni tampoco barato, 140$ USA por persona el billete de ida y vuelta más económico desde Ollantaytambo hasta Aguas Calientes, más otros 112$ USA de entrada y autobús a Machu Picchu. En fin..., todo listo para el enorme madrugón tomar el tren a las cinco de la madrugada y encaminarnos a nuestro destino..., o eso pensábamos nosotras.
A la hora convenida para salir de nuestro alojamiento nos encontramos en el jardín pero..., los ruidos que estuvimos escuchando a lo largo de toda la noche no habían sido fruto del jolgorio festivo de otros inquilinos, no. Todo ese movimiento nocturno respondía a la fractura del dedo meñique del pie que se había hecho Jesús al tropezar con la pata de la cama. La llamada a los sanitarios, el médico que vino, el traslado a la clínica, la vuelta a la habitación..., en fin, lo mejor para acabar levántandose a las cuatro de la mañana y tener todo un día de actividad por Machu Picchu.
Pero a pesar de las adversas circunstacias allí se encontraban nuestros ínclitos compañeros de viaje dispuestos a "disfrutar" de la jornada.
No se acabaron aquí nuestras tribulaciones porque al intentar sacar el coche de la finca donde nos encontrábamos, en una curva ciega, metí una de las ruedas en una zanja y, en este caso, el vehículo no tenía tracción a las cuatro ruedas, por lo que nos tocó empujar de lo lindo para poder salir de tal atolladero, afortunadamente, sin tener que lamentar daños de ningún tipo.
Por fin nos encontrábamos camino de la estación y, gracias a la hábil negociación de Jesús el día anterior, teníamos reservado un lugar privilegiado en el aparcamiento.
Vencidas las dificultades iniciales tocaba ahora disfrutar del viaje, claro que, dadas las horas, iba a ser a oscuras en gran medida. Dos horitas adicionales de sueño para quien lograse dormir.
Cinclus leucocephalus (mirlo acuático coroniblanco), Aguas Calientes. |
Clareaba el amanecer de un día cubierto cuando llegamos a Aguas Calientes. Bajar del tren y dirigirnos raudas, las que podíamos, a la cola de los autobuses que nos tenían que subir a nuestro objetivo. A pesar de nuestro rápido acercamiento a la cola aun tuvimos que esperar casi una hora para poder acceder al bus, tiempo en el que pude echar un vistazo al río y disfrutar con la evoluciones del mirlo acuático coroniblanco.
Pocas aves más se pusieron al alcance de mi cámara a lo largo de todo el día, cosa absolutamente lógica dado el enorme número de personas que íbamos a estar pululando por aquel precioso entorno.
También se acercaron en busca de su desayuno algunos aviones zapadores que permanecieron perchados en un cable sobre el río durante un buen rato.
Riparia riparia (avión zapador), Aguas Calientes. |
Al final subimos a nuestro transporte con destino a Machu Picchu, una carretera estrecha, pero de momento asfaltada, fue recorriendo en paralelo el río durante unos kilómetros hasta que, llegados a un puente, lo atravesamos desembocando en una calzada de grava polvorienta que, sinuosa y vertical, iniciaba el ascenso vertiginoso hacia la morada de los incas.
Tras un sinfín de curvas y apurados cruces con otros autobuses llegamos a nuestro atestado destino.
Machu Picchu visto desde la Montaña Machu Picchu o Montaña Vieja. |
Fue una suerte haber contratado una guía mientras esperábamos el colectivo, ya que sin ella nos hubiese resultado muy complicado comprender la magnitud y relevancia de cuanto estuvimos viendo durante las escasas dos horas que dispusimos para ver las ruinas en su compañía.
Después, antes de las diez de la mañana, que fueron las diez y diez, teníamos que iniciar la ascensión a la montaña Machu Picchu que incluía nuestra entrada, paseo que Jesús llegó a plantearse durante nuestro recorrido por las ruinas pero que, sensatamente, evitó en aras de no empeorar el estado de su dedo y de ahorrarse un sufrimiento innecesario. Ana, solidariamente, se quedó con él disfrutando un rato más del tesoro de los incas.
Huayna Picchu, o Montaña Joven, vista desde la ascención a la montaña Machu Picchu. |
Un escalón, otro escalón y otro, y otro, y cientos más, desde los 2.430 metros de Machu Picchu a los 3.082 de la Montaña Vieja cargado con la cámara, el tele, los prismáticos, comida, agua y ropa de abrigo "porsiaca", sin nadie por detrás que nos apretara porque fuimos las últimas de las ochocientas personas que dejan entrar cada día y, poco a poco, sin prisas (no sabíamos lo que nos aguardaba arriba), adelantando y animando, de vez en cuando, a algunos rezagados y "soportando" los ánimos de quienes ya bajaban, fuimos alcanzando la cima de la Montaña Vieja tomando alguna panorámica esporádicamente y esperando poder fotografiar algún ser vivo que no fuese un turista.
Impresionantes las vistas que íbamos adquiriendo tanto de la antigua ciudad inca como de la Montaña Joven, Huayna Picchu, cuando de repente, entre la fronda...
Penelope montagnii (pava de Orton), Machu Picchu. |
... sin querer mostrarse más que unos emocionantes instantes tras las ramas descubrimos una preciosa pava de Orton. Un encuentro muy gratificante que compensaba la absoluta escasez de animales que habíamos vivido durante toda la mañana, más allá de algunos esquivos gorriones copetones y un precioso lagarto que salió a intentar tomar los escasos rayos de sol que se colaban entre las oscuras nubes andinas.
Lagarto, Machu Picchu. |
Y así, escalones arriba, conseguimos llegar a cima de la Montaña Vieja donde, sin llegar a poder sentarnos a admirar el premio de nuestra ascensión, un amable empleado nos invitó a iniciar el descenso porque era la hora de cerrar. No os podéis imaginar la cara de tontas que se nos quedó..., apenas un par de fotos con el móvil y... para abajo, a cruzarnos con aquellas personas que habíamos adelantado en la subida comentándoles que detrás de nosotras venía el señor que cerraba el sendero.
Mariposa, Machu Picchu. |
Bajando todavía pudimos hacer una foto al único ser vivo no turista que nos encontramos y que no he podido identificar.
Ya abajo, tras una llamada telefónica, no fue complicado localizar a Jesús y Ana mientras disfrutaban de una cervecita en una terraza ajenas a la multitud que les rodeaba.
Niebla en la cumbre Machu Picchu. |
Cansadas por el paseo y las apreturas de los horarios decidimos regresar a Aguas Calientes con el fin de intentar adelantar nuestra vuelta a Ollantaytambo, cuestión que decidimos no consumar al pedirnos el operario del ferrocarril 48$ por persona para tomar el tren. Nuestra reflexión fue sencilla, solo con lo que nos pedían por el billete de una de nosotras cinco podíamos disfrutar de una espectacular comida en cualquier restaurante mientras esperábamos plácidamente nuestro tren.
Bien comidos y tras un pequeño paseo por Aguas Calientes y su mercado nos dirigimos a la abarrotada estación para afrontar las más de dos horas de algarabía y viaje que nos restaban hasta nuestro alojamiento.
Sin lugar a dudas Machu Picchu es un espacio impresionante, de un valor cultural y estético innegable, como también lo son las ruinas incas de Chinchero, Ollantaytambo o Maras, otra cosa bien diferente es, desde mi punto de vista y experiencia, que tenga que ser un destino imprescindible para todas aquellas personas que visiten Perú.
Si quieres ver alguna foto más, pocas, de esta jornada, ya sabes, pincha aquí.
Hasta la próxima.
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