jueves, 16 de abril de 2020

16 de enero de 2020, Oasis de Fint.

El día estaba amaneciendo frío y claro, por momentos el cielo iba ganando un azul radiante y profundo, la cinematográfica ciudad de Ouarzazate, limpia y fluida, empezaba a mostrar los primeros síntomas de actividad. Nosotras, aprovechando las amplias calles despejadas de tráfico, poníamos rumbo al cercano Oasis de Fint.

Tras atravesar un enorme polígono de desarrollo urbanístico, similar a los que habíamos visto en Boumalne Dades o Tinerghir, tomamos una pista sin asfaltar hacia el sur, dejando a nuestra izquierda un pequeño, pero muy sugerente, embalse con no demasiada agua.

La primera sorpresa no tardó en aparecer posada sobre un poste, un espectacular halcón borní (falco biarmicus) que apenas nos dejó echarnos los prismáticos a la cara porque a los treinta segundos decidió despedirse volando hacia el oeste.

No era una mala manera de comenzar la jornada. Un par de kilometros más adelante tomamos el desvío a la izquierda iniciando un considerable descenso hacia el Oasis de Fint, un precioso vergel enclavado en las hoces del río Fint que hace honor a su condición de oasis.


Amaneciendo en el Oasis de Fint.

Una garza real paseaba por la orilla del río intentando lanzar su afilado pico a algún incauto pececillo, mientras tanto los escandalosos bulbules naranjeros jugueteaban entre las copas de las palmeras.

Justo delante de donde aparcamos el coche una hembra de roquero solitario saltaba de un poste a otro del cercado de un huertecito. Los niños empezaron a salir de sus casas cargados con sus mochilas camino de la escuela, hombres y mujeres, azada al hombro y capazo en ristre, tomaban las sendas hacia sus huertas.

El río, frío y cristalino, corría sobre su lecho de blancos cantos rodados mientras en sus orillas los mosquiteros comunes lanzaban sus frenéticos ataques a los insectos que por allí merodeaban.


Motacilla cinerea (lavandera cascadeña), Oasis de Fint.

Una hermosa lavandera cascadeña, colita arriba y abajo, recorría el arroyo picoteando aquí y allá.


Motacilla cinerea (lavandera cascadeña), Oasis de Fint.

Mientras, en la siguiente curva del torrente, un andarríos grande también se entretenía en buscar el sustento entre las piedras.

De vuelta hacia donde habíamos aparcado, fugaz, una hembra de colirrojo diademado se posó sobre una ramita de la que saltó inmediatamente.

Seguimos por la pista el curso del río hasta que esta quedo cortada delante de los restos de un puente que en su día se llevó una avenida. Los muchachos que allí se encontraban no tardaron en acercarse a ofrecernos sus servicios para mostrarnos la zona y llevarnos a tomar un té, nuestras intenciones eran otras, seguir intentando disfrutar de aquella exuberante naturaleza y, si era posible, conseguir alguna foto decente de la hasta aquel momento esquiva fauna.

El más avispado de ellos nos pidió echar un vistazo con el telescopio porque, según nos comentó, nunca había tenido ocasión de hacerlo. Que cara de sorpresa y agradecimiento, satisfecho se acercó a sus compañeros que ya no nos insistieron más en sus demandas.

Aprovechando que los primeros mosquitos levantaban el vuelo hicieron su aparición los aviones paludícolas (Riparia paludicola), iniciando la nómina de bimbos de la jornada.


Monticola solitarius (roquero solitario), Oasis de Fint.

De vuelta sobre nuestros pasos, antes de cruzar el pequeño viaducto que atravesaba el cauce, encaramado sobre un poste, un hermoso roquero solitario oteaba los alrededores.


Monticola solitarius (roquero solitario), Oasis de Fint.

Camino del embalse de Ouarzazate anduvimos mirando por donde habíamos visto el halcón borní con la esperanza de volver a localizarlo, pero pasado un rato decidimos que mejor nos acercábamos al pequeño embalse de Tarmigt, ese que habíamos visto antes a la ida hacia Fint.

Fue una acertadísima decisión ya que apenas enfilamos la pista que bajaba hacia el embalse apareció, 


Phoenicurus moussieri (colirrojo diademado), Embalse de Tarmigt.

sobre un arbusto seco, un bellísimo ejemplar de colirrojo diademado que parecía prestarse a una sesión de fotos, pero nada más lejos de la realidad, una pequeña ráfaga y adiós.


Phoenicurus moussieri (colirrojo diademado), Embalse de Tarmigt.

Al menos no desapareció del todo, quedándose por las cercanías entretenido en sus actividades alimenticias y permitiéndonos disfrutarlo a través del telescopio y los prismáticos.

El pequeño embalse, a pesar de la presencia de un grupo de jóvenes que había ido a pasar el día, se encontraba repleto de aves a tiro óptica pero no de cámara, no obstante resultó de lo más gratificante regalándole a Teresa un complicado bimbo, el correlimos de Temminck (Calidris temmincki), además de poder disfrutar con la presencia de cernícalo vulgar (Falco tinnunculus), agachadiza común (Gallinago gallinago), andarríos grande (Tringa ochropus), bisbita pratense (Anthus pratensis), terrera sahariana (Ammomanes deserti), abubilla (upupa epops), chorlitejo chico (Charadrius dubius), colirrojo tizón (Phoenicurus ochruros), alcaudón norteño (Lanius excubitor), cogujada magrebí (galerida macrorhyncha) y tarabilla europea (Saxicola rubicola).

Después intentamos llegar al embalse de Ouarzazate, primero por la carretera, en la que pudimos observar cogujada magrebí y terrera sahariana, pero antes de llegar al agua un puesto de control con un guarda nos impidió el acceso.


Atlantoxerus getulus (ardilla moruna), Amerzgane.

Por el otro lado del río, desde Ouarzazate, a través de unas estrechas pistas de tierra, también lo intentamos, pero nada, llegaba un punto en que no podíamos pasar. Unos mosquiteros comunes y una tarabilla europea fueron nuestro premio.


Atlantoxerus getulus (ardilla moruna), Amerzgane.


Dado nuestro éxito, decidimos acercarnos a Amerzgane a echar un vistazo por la ribera del río donde nos esperaban las activas ardillas morunas.


Atlantoxerus getulus (ardilla moruna), Amerzgane.


Daba la sensación de que nuestro cupo de aves había quedado cubierto en el pequeño embalse de Tarmigt, así que decidimos volver a Ouarzazate a disfrutar de nuestro primer mercado del viaje. Unas babuchas, deliciosos frutos secos y aromáticas especias llenaron nuestra mochila. 

Un magnífico día largo e intenso que culminaríamos con una deliciosa cena en el restaurante cercano a nuestro alojamiento.

Os adjunto un mapa con la ubicación de nuestros avistamientos. Los iconos azules corresponden a esta jornada.



Y ya sabes, si quieres ver alguna foto más de esta jornada, pulsa aquí.

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