Menuda bienvenida, llegar al humedal y encontrarme con un cernícalo vulgar posado en un árbol, si, en una rama, nada de cables o postes, en una auténtica, genuina y natural rama.
Tras este espectacular inicio, en un aparentemente inhóspito montón de estiércol, se habían dado cita un colirrojo tizón,
una lavandera cascadeña,
una lavandera blanca,
y un sin fin de mosquiteros comunes.
Menudo festín se estaban dando, ideal para poder fotografiarlos discretamente a pesar de la proximidad.
Desde allí hasta los arrozales continuó el festival ornitológico: avefría europea,
andarríos grande,
gaviota patiamarilla,
las omnipresentes tarabillas europeas,
un ruiseñor pechiazul,
un escribano palustre...
La verdad es que encontrar tanta diversidad en tan poco tiempo y en apenas unos metros resulta muy excitante, y más tras dos salidas infructuosas.
En aquel momento se puso a trabajar el propietario del arrozal con su tractor, removiendo todo el fangal para alborozo de gaviotas reidoras
y garcetas comunes.
Tras tanta algarabía decidí dirigirme hacia uno de los canales con ganas de encontrarme con el centelleante martín pescador, pero en el camino tuve el placer de tropezar con la garza real
y con otro cernícalo vulgar que estaba merendando.
Solo faltaba la guinda del pastel, el precioso martín pescador que, al cabo de unos minutos, apareció aterrizando en uno de sus posaderos habituales.
¿Acaso se puede pedir más para una tarde de pajareo por el Marjal de Almenara?
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