Almenara tras la lluvia, o casi. 22 de enero de 2017.
Han sido varios días sin poder salir a disfrutar de nuestra naturaleza, lluvia, lluvia y más lluvia y hoy a ratos, pero entre chaparrón y llovizna cabía la posibilidad de poder observar a alguno de nuestros vecinos salvajes.
Desde casa hasta el Marjal de Almenara apenas hay quince minutos de viaje y los humedales, con su exuberante biodiversidad, garantizan un buen número de encuentros, así que hacia allí me he encaminado con muchas ganas hacer algunas fotos y de ver cual ha sido el resultado de la "limpieza" que realicé el viernes a la cámara.
Tal como he llegado, antes de tener lista la vetusta D80, un aguilucho lagunero se ha pasado a darme la bienvenida e instantes después también lo ha hecho un precioso ejemplar de alcaudón real, que no ha tenido a bien volver a acercárseme a pesar que andaba zascandileando por los alrededores.
Como empezaba a llover, una vez más, y no se acercaba ni un humilde gorrión, he decidido moverme hacia donde semanas atrás pude hacer una maravillosa sesión de fotos a una curruca cabecinegra,
pero en este caso quien ha pasado a lucir su tipín ha sido un simpático petirrojo europeo.
De repente, como no, ha vuelto a chispear y, aprovechado este impás, he puesto rumbo hacia unos canales próximos con el anhelo de coincidir con esa preciosidad que es el martín pescador, aunque apenas he llegado un cormorán grande sobre un poste ha llamado mi atención...
La luz, que hoy no ha sido mi mejor aliado, y la distancia han marcado la minisesión con el cormorán grande que ya había hecho que pusiera rumbo hacia otra zona del humedal.
Apenas había recorrido cuatrocientos metros he tropezado con un grupo de garcetas comunes que se encontraban muy próximas al camino,
tanto que me han permitido realizar algunos primeros planos de tan afilados rostros...
así como descubrir el desastroso resultado de mi conato de limpieza de la cámara, habrá que recurrir a profesionales...
Compartiendo el arrozal con las garcetas comunes andaban las gaviotas reidoras,
que, fieles a su genética, además de disfrutar de sus capturas intentaban robar las piezas más suculentas tanto a sus congéneres como a cualquier otro vecino que tuviese la suerte de realizar tales hallazgos.
Entre los afectados de la rapiña de las gaviotas estaban también los moritos comunes,
que protegían sus capturas como si de un tesoro se tratase.
Compartiendo este espacio, aunque pasando más desapercibidos a las gaviotas, los escribanos palustres,
los bisbitas comunes,
algún esquivo pinzón vulgar
y las lavanderas blancas, hacían las delicias de quienes por allí andábamos de "pajareo".
En este rinconcito me he quedado un buen rato intentando localizar una agachadiza común que unos compañeros habían observado un rato antes, pero ha debido cambiar su ubicación mientras yo llegaba. Cuando ya me marchaba de vuelta a casa un par de espectaculares gaviotas patiamarillas han llamado mi atención y he vuelto a detenerme para poder hacerles algunas fotos.
Sin lugar a dudas, entre chaparrón y chaparrón, una excelente matinal ornitológica.
Ahora ya solo queda llevar la cámara a limpiar "de verdad".
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