martes, 7 de febrero de 2017

Estrenando cámara, Marjal dels Moros, 7 de febrero de 2017.

Ayer llegó el paquete y apenas pude siquiera recogerlo, abrirlo, echarle un vistazo y poner a cargar las baterías. El trabajo y otras facetas de mi existencia ocuparon del resto del día hasta bien entrada la noche. Hoy el día también se presentaba intenso pero con una pequeña ventanita a la hora de comer que, evidentemente, he decidido aprovechar acercándome a estrenar la nueva D750.

A priori las condiciones meteorológicas eran aceptables, lucía el sol y el viento, a pesar de su perseverancia, no era especialmente molesto, sin embargo no se veían demasiados animales, pocos y lejanos, muy lejanos. Las fotografías no iban a resultar espectaculares pero si suponía una muy buena oportunidad para comprobar el potencial de la nueva Nikon.

Todas las fotos han sido tomadas sin trípode así que, entre esto y la distancia, me da la sensación de que el invento promete.


Apenas he llegado, posado en la distancia ignorándome, un cernícalo vulgar a tenido el placer de ser el primer modelo que ha posterizado la nueva cámara.

Al momento, una garza real ha cruzado el cielo con su imponente y elegante vuelo. 


Unos metros más adelante, escrutando desde el aire la posibilidad de alguna captura, el aguilucho lagunero a captado mi atención.


A partir de ese momento el cielo ha empezado a cubrirse de oscuras nubes privándome de eso tan necesario para obtener unas buenas imágenes, la luz. A pesar de ello había que intentar disfrutar el momento.

Apenas me he encaramado en el observatorio ha llegado una hermosa sorpresa escondiéndose entre el carrizo, el precioso calamón común.


Las fochas comunes también iban de acá para allá triscando entre la vegetación


compartiendo el espacio de la laguna con el cuchara común




un intermitente zampullín chico.


Curioso como siempre, el petirrojo europeo, se ha acercado a la base del observatorio para ver de cerca y probar conmigo la cámara nueva. Un artista del posado.



El tiempo se me echaba encima y tenía que volver a atender mis obligaciones por lo que me he echado la mochila a la espalda y me he encaminado hacia mi vehículo, momento en el que el cormorán grande ha venido a despedirse.


Ya en el coche, de vuelta al trabajo, una redondeada silueta se ha dibujado el perfil del muro de un corral...


el mochuelo europeo que andaba a la búsqueda de su temprana merienda.

Espero que a distancias más apropiadas se acaben confirmando las excelentes maneras que apunta mi nueva herramienta. Seguro que, más pronto que tarde, lo comprobaremos.

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