sábado, 4 de febrero de 2017

En un charquito del humedal. 3 de febrero de 2017.

Tenía pensado acudir al evento organizado por la concejalía de medio ambiente de Puçol y la gente de Acció ecologista Agró para conmemorar el día mundial de los humedales, pero el gripazo me estaba, y me está, dejando hecho una piltrafa, no andaba pues con muchas ganas de celebrar nada, aunque para ir a hacer unas fotillos desde el confortable asiento del coche...

Así que, a pesar del malestar, cogí la cámara y me dirigí hacia los rincones a los que me había llevado mi buen amigo Chema el pasado sábado.

El viento y las nubes no hacían presagiar una tarde gloriosa, pero eso no es algo que me importara demasiado, se trataba, nada más, de disfrutar un rato de la tranquilidad y la naturaleza. 

Tal como llegué al primer emplazamiento me encontré con algo que no había observado nunca, un grupo bastante numeroso de fochas comunes que se paseaban tranquilamente por el centro de la laguna.


Mira que son años paseando por nuestros humedales y hasta ahora solo había observado a las fochas solas o en  grupos muy reducidos, muy próximas al carrizo y prestas a esconderse ante el más mínimo indicio de presencia humana. Por allí anduvieron durante un buen rato, incluso despreciando las idas y venidas de una pareja de aguiluchos laguneros que nos acompañaron durante un buen rato.


Poco más de si dio esta primera parada por lo que me moví hasta una carretera cortada por la inundación donde decidí quedarme a esperar a quienes por allí decidiesen pasar, ya que quienes se encontraban en el carrizo cuando llegué, como el pinzón vulgar y el carricerín real, decidieron poner espacio de por medio con mi llegada.

El primero en acercarse al charquito fue el petirrojo europeo, aunque su visita resultó bastante más corta de lo habitual, apenas un par de minutos y desapareció.


Luego llegó el bisbita alpino que decidió quedarse conmigo hasta que decidí marcharme.


La tarabilla europea, curiosa como siempre, se acercó a fisgonear en varias ocasiones, encaramándose cada vez en una parte diferente de la valla que allí había.


Y para terminar de conmemorar el día de los humedales se unieron a la fiesta de nuestro charquito algunos escribanos palustres que también se decidieron a jugar a los reflejos.


Una excelente celebración a pesar del tremendo resfriado.




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