Desde que me lo regalaron allá por el mes de diciembre no había encontrado la ocasión de estrenarlo y hoy, después de una intensa jornada laboral, ha surgido el momento en una deslumbrante tarde casi veraniega. A pesar de mi inexperiencia y torpeza el Nikkor 200mm f/4 ED-IF AF Micro responde de forma sorprendente, el día que aprenda a hacer fotos... ufff.
Las aves son complicadas de fotografiar, se mueven, recelan de la presencia humana, son veloces..., por lo que aparentemente la fotografía de insectos me parecía más sencilla ¡Ja!
Los insectos tampoco toleran muy bien a los humanos, son tan inquietos y temerosos como las aves y no resulta especialmente cómodo el intentar sacar los mejores planos.
Pero lo treméndamente gratificante con los resultados, al menos cuando el entorno luce tan espectacular como en esta prematura primavera.
Las abejas, apis mellifera, hiperactivas de flor en flora, ora en el romero ora en el almendro. Cuantos pequeños detalles, que siempre han estado ante nosotras, se descubren con estas imágenes. Desde siempre disfrutando con el perfume del romero y jamás había reparado en la morfología de su flor dispuesta para garantizar la transmisión del polen.
El zapatero, Gerris lacustris, deslizándose sobre la superficie del arroyo con su presa entre las fauces.
Pequeñas muestras del mundo apasionante y casi infinito que se abre ante este aprendiz de fotógrafo.
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