Tras una semana saturada de trabajo llegaba, por fin, un día de asueto, sin horarios, sin compromisos..., sin sol, bueno, a ratos. Si es que ya lo decía mi abuela: "Siempre llueve cuando no hay escuela". Y así, con la duda de si llovería, de si habría luz, de si soplaría el viento ahuyentando a todo ser viviente, he salido de casa dispuesto a disfrutar todo lo que no he podido a lo largo de la semana.
Eran muchos días sin ir al Marjal de Almenara y, dadas las fechas en las que nos encontramos, cabía la posibilidad de que hubiesen novedades en las poblaciones de animales así que, antes de aventurarme a cualquier otro espacio natural más alejado, esta ha sido mi decisión, recorrer sin ninguna prisa todos los rincones de este humedal valenciano.
La primera sorpresa ha surgido antes siquiera montar la cámara, cuando una comadreja ha cruzado delante de mi vehículo el camino agrícola por el que circulaba, el rinconcito se prestaba al disfrute de los pájaros y desde el momento en el que he llegado la música insistente de los serines verdecillos me ha acompañado.
También conformaban la orquesta las currucas, cabecinegras y
capirotadas.
El contrapunto lo ponía un buitrón encaramado a lo más alto de un árbol seco.
Pegado a mi, acompañándome en el patio de butacas como un espectador más que disfrutaba del concierto, se encontraba el petirrojo europeo.
De repente los músicos han dejado de sonar y a modo de telón se ha cubierto completamente el cielo, daba la sensación de que el festival sabatino iba a concluir y por un rato esa sensación ha dado.
Aprovechando que empezaba a chispear he decidido cambiar de emplazamiento buscando nuevos artistas, o viejos conocidos, con los que poder seguir disfrutando. Después de un largo e infructuoso trayecto he acabado llegando al rincón del estiércol donde casi siempre, y hoy no iba a ser una excepción, se puede disfrutar de unos hiperactivos artistas de la captura de insectos, los mosquiteros comunes,
la lavandera blanca,
y el colirrojo tizón.
Nuestros amigos estaban en pleno banquete y a mi me ha entrado el apetito, un pequeño receso y a seguir disfrutando de nuevos amigos.
Y así ha sido, después de muchos meses de no poder ver su llamativa e inconfundible librea, hoy he podido seguir durante un buen rato las evoluciones de la lavandera boyera. Ufff, ya no recordaba lo intensamente amarillas que son.
Otros artistas que han querido participar en mi particular festival de fin de semana han sido el señor y la señora azulón que, sin ningún rubor, han lucido palmito por delante de mi objetivo.
Menos colaboradora, aunque igual de espectacular, se ha mostrado doña garza real, que apenas ha descubierto mi expectante presencia ha decidido continuar con su espectáculo en otro lugar más discreto.
Entre las cañas, intentando llegar a los pulgones que habitan tras las corteza exterior, realizaba un numero de funambulismo el carbonero común.
Otro que también andaba con un número de equilibrio, pero mucho menos exigente, era el estornino pinto observado desde una valla cercana por
la tarabilla europea.
Lejana y esquiva, parece que esté enfada con el mundo, se dedicaba a sus quehaceres la garceta grande que, pese a su enorme timidez, siempre resulta espectacular.
Al final, entre nubes y claros, el marjal de Almenara se ha mostrado generoso como siempre. Los books de cada uno de nuestros artistas los encontraréis en facebook.
Salud y mucha vida.
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